Retail regenerativo: El futuro de los centros comerciales se construye sobre el pasado

· 22 de septiembre, 2025

Hoy, frente al desafío climático, la obsolescencia programada y la necesidad de regenerar el tejido urbano, reformar lo existente no es una opción, es una necesidad. Pero, ¿qué ocurre cuando lo que se reforma no es solo un edificio, sino una obra arquitectónica con valor cultural? ¿Cómo se interviene sobre lo que ya tiene una voz propia, un lenguaje heredado, sin silenciarlo ni congelarlo? 

Rehabilitar centros comerciales: una práctica de precisión cultural 

La rehabilitación de un centro comercial no es una operación neutra, más aún cuando se trata de edificios icónicos, concebidos con una fuerte carga simbólica. En La Vaguada, por ejemplo, el reto no era solo técnico, era ideológico. Su autor, César Manrique, no diseñó un contenedor comercial, sino un oasis urbano. Su arquitectura buscaba el equilibrio entre lo natural y lo artificial, entre la ciudad densa y el descanso visual. Cuarenta años después, L35 Architects ha intervenido sobre esa herencia sin nostalgia, pero con respeto. No se ha impuesto un nuevo relato; se ha afinado el original. El resultado es un corazón verde, abierto, que reinterpreta la plaza mediterránea y devuelve al centro comercial su papel de lugar compartido, no solo de transacción sino de pertenencia. Esta no es una excepción. En Maremagnum, un edificio de los años 90 diseñado por Viaplana y Piñón, ubicado cerca del puerto de Barcelona, el trabajo consistió en todo lo contrario: abrir lo que nació cerrado, conectar lo que antes se aislaba. Se reformuló la segunda planta para integrarla visualmente, se abrieron terrazas y miradores, se eliminaron barreras físicas y simbólicas. Se diseñó una arquitectura permeable al mar, al clima y a la vida exterior. No se trató solo de mejorar la eficiencia energética con cubiertas reflectantes o ventilación natural sin climatización. También se trató de repensar la relación entre el centro y su entorno, entre el espacio construido y la experiencia humana. 

Circularidad arquitectónica: actualizar sin destruir 

En la práctica arquitectónica, hablar de sostenibilidad sin hablar de circularidad es hacer trampa. Y circularidad no significa solo materiales reciclables. Significa asumir que la ciudad y sus edificios son recursos finitos, que demoler para volver a construir, salvo casos extremos, es un gesto del pasado, que la energía más limpia es la que no se consume y el carbono más verde es el que no se emite porque no se tira lo que aún funciona. Reformar un centro comercial es, en este sentido, un acto profundamente contemporáneo. Permite actualizar su eficiencia energética, adaptarlo a nuevos usos o mejorar su accesibilidad y evita desperdiciar infraestructuras y oportunidades. La arquitectura circular no es una cuestión de estética ni de moda, sino de responsabilidad.

El Mediterráneo como modelo: una arquitectura de relación 

Desde los primeros proyectos del estudio, L35 ha defendido una visión abierta y permeable del espacio comercial, inspirada en el modelo mediterráneo. Proyectos como La Maquinista, pionero
en su momento por proponer un centro comercial al aire libre, con vegetación y estructura urbana, ya expresaban esa convicción: el comercio no debe ser una cápsula cerrada, sino parte viva de la ciudad. Hoy, cuando esta aproximación se ha convertido en referencia y se replica no solo en Europa sino en otras partes del mundo, seguimos apostando por una arquitectura que favorece la conexión, el paseo, el clima y la experiencia compartida. En este debate, el Mediterráneo tiene algo que decir. El concepto de arquitectura mediterránea, que durante el siglo XX inspiró a figuras como Sert, Ponti o Rudofsky, no es un estilo, es una actitud. Es una forma de entender la construcción como continuación del paisaje, de pensar el edificio no como objeto aislado sino como parte de una red. Muchos centros comerciales construidos en Europa durante las últimas décadas replicaron modelos centroeuropeos o estadounidenses. Pero si algo nos enseñan los climas cálidos y los tejidos urbanos densos es que no basta con importar soluciones. En el Mediterráneo, la arquitectura popular siempre ha sido una arquitectura de lo abierto, de lo ventilado, de lo compartido. No por romanticismo, sino por eficiencia. Por lógica climática, económica y social. Y la arquitectura moderna ha bebido de ella. Volver a esos principios no es un gesto nostálgico, sino una estrategia. Rehabilitar desde lo mediterráneo significa apostar por la porosidad, por la sombra, por la conexión entre interior y exterior. Significa entender que un centro comercial puede ser también un espacio cívico, que el confort no se mide solo en grados centígrados sino en calidad de estancia. 

De centro comercial a pieza urbana 

Cuando un centro comercial se reforma bien, cambia su rol en la ciudad. Pasa de ser destino exclusivo de consumo a convertirse en motor de regeneración urbana. Lo estamos viendo en proyectos como el de Paridis, en Nantes, donde L35 participa en la transformación de un antiguo hipermercado y su aparcamiento impermeabilizado en un barrio completo, con viviendas, oficinas, comercio y espacio público. La operación no sustituye, sino que densifica, conecta y reactiva. El resultado es una nueva pieza de ciudad construida sobre lo ya construido. 

Reformar no es restaurar: es reinterpretar 

En definitiva, reformar un centro comercial no es restaurar una postal del pasado. Es dialogar con su memoria sin miedo a transformarla. Es combinar respeto y ambición, saber leer la historia sin quedar atrapado en ella. Y si, además, al hacerlo, abrimos la ciudad, reducimos el impacto ambiental y mejoramos la vida de quienes la habitan, entonces no estamos solo reformando un centro comercial. Estamos haciendo arquitectura.